Desde esta perspectiva, es claro advertir que los docentes del siglo XXI están inmersos en un mundo de revoluciones científicas, y de grandes desafíos humanos, pedagógicos y didácticos, ambientales, técnicos y tecnológicos propios de una educación sin fronteras, en donde el manejo de los idiomas y las competencias computacionales se convierte en un imperativo de contextualización. Así, la investigación ha de encontrar su pertinencia en el contexto de una universidad que reclama grandes cambios y transformaciones.
Si bien la educación superior es eje fundamental para el desarrollo de la sociedad, se reconoce su rol importante en el posicionamiento sociocultural para dar respuesta desde retos y desafíos identificados a través de la modernización de la educación superior, premisa que en América Latina ha sido objeto de una gran expansión originada desde la diversidad académica propia de la realidad Colombiana, en todas y cada una de sus modalidades (Técnicas, Tecnológicas, profesionales, entre otras) aspecto fundamental que para el caso de Colombia toma especial fuerza en la década de los 801, época en la que se empezó a impulsar la cualificación del Recurso Humano (Docente) con la intención de evolucionar a una nueva dinámica educativa articulada desde una práctica docente orientada a la investigación con el propósito de dinamizar procesos tradicionales en el quehacer docente.
Los avances de la Educación Superior convocan a la identificación de categorías que asociadas a la docencia, otorgan especial significado a la academia universitaria desde la formación y el desarrollo profesoral que hoy articulan una perspectiva de práctica pedagógica investigativa orientada a la apropiación e implementación de procesos pertinentes de cambios en contextos educativos en los que los principios de autonomía, respeto, equidad, disciplina y transparencia son esenciales para el logro del horizonte institucional que desde esta función sustantiva visionan las IES.